lunes, 13 de noviembre de 2017

Acciones colectivas de las mujeres en contra de la guerra y por la paz en Colombia

De María Eugenia Ibarra Melo 

El artículo describe y analiza las acciones colectivas de las mujeres en contra de la guerra y por la Paz en Colombia. De igual modo, se estudia con las categorías de género y acción colectiva cómo ésta participación política apoya otros procesos emancipatorios que implican interacciones estratégicas. 

Ibarra Melo, M. (2007). ACCIONES COLECTIVAS DE LAS MUJERES EN CONTRA DE LA GUERRA Y POR LA PAZ EN COLOMBIA. Revista Sociedad y Economía, (13), 66-86.  

Para leer el artículo completo http://www.redalyc.org/html/996/99616721004/

La Comisión que va a desentrañar la verdad de la guerra

Por Redacción El Espectador 

El Comité de Escogencia definió los once comisionados que durante tres años trabajarán para contarle al país qué ocurrió en medio siglo de conflicto.

El axioma dice que la historia la cuentan los que triunfan. Pero en la confrontación entre el Estado y las Farc ninguno venció y resolvieron moldear un proceso de paz que debe cumplirse. Una de las premisas de esa negociación, punto de partida para la aplicación de la justicia especial de paz, es que la verdad se constituya en un deber ineludible. Una responsabilidad colectiva que desde ayer cuenta con una comisión de once expertos que durante tres años deberán aportarle a la sociedad un relato imparcial sobre lo que le sucedió a Colombia.

Los once comisionados serán coordinados por el sacerdote jesuita Francisco de Roux, quien no sólo presidirá la Comisión de la Verdad, sino que será su vocero autorizado. Un acierto del Comité de Escogencia, porque el padre De Roux es un hombre que ha dedicado su vida a trabajar con las víctimas y a construir paz y reconciliación en los territorios de la Colombia marginada. Nadie puede dudar de la convicción pacífica de este teólogo y filósofo, que le otorga a la presidencia de la Comisión suficiente estatus de confianza pública.
Aunque la Comisión puede extender su exploración histórica hasta hechos anteriores a la guerra entre el Estado y las Farc en busca de insumos básicos y contextos de comprensión sobre sus causas principales, deberá concretar los rangos y escenarios específicos de trabajo. Basada en la visión transversal de la paz territorial, tendrá que multiplicar su evaluación, buscando que ninguna región de Colombia quede por fuera del informe final. En perspectiva de género, el documento y sus componentes tendrán que estar listos en el año 2021.
La Comisión de la Verdad no sustituye a la justicia y quienes acudan a ella no pueden ser judicializados por sus revelaciones. En el propósito de enaltecer el derecho a saber y el deber de recordar, se trata de un ejercicio de memoria histórica colectiva para que las actuales y futuras generaciones encuentren una versión confiable sobre los orígenes, causas y dinámicas de una guerra degradada que dejó millones de víctimas durante más de cinco décadas de confrontación armada, judicial y política. Una versión donde todas las regiones se vean representadas.
Con toda seguridad, la composición de la Comisión de la Verdad será objeto de controversias, pero en beneficio del Comité de Escogencia, todos los elegidos pueden sustentar, en su trayectoria personal y profesional que tienen los méritos suficientes para encarar la misión para la que fueron seleccionados. Unos por su encomiable trabajo en derechos humanos, sin distingo de víctimas; otros por su solidez académica y rigurosidad metodológica; y todos por su decisión de trabajar por las víctimas.
A diferencia de otros tiempos, de los once comisionados escogidos, cinco son mujeres, y las etnias y diversidades de Colombia están representadas. María Ángela Salazar Murillo, víctima directa del conflicto armado, como mujer afrodescendiente, aporta su trabajo activo en defensa de los derechos de los sobrevivientes y las mujeres. María Patricia Tobón Yagerí, de la comunidad embera, ha dejado su rastro en la defensa de los derechos de los pueblos indígenas como abogada constitucionalista. Lucía González ha puesto todo su conocimiento en función de construir espacios de reconciliación y memoria histórica.
Desde el mundo de la academia aporta su experiencia el médico social Saúl Franco, conocedor al detalle de las comisiones de la memoria de Argentina, Guatemala y El Salvador. Carlos Martín Beristain, también médico, ha asesorado diversos procesos de verdad histórica en el mundo. Lo hizo en Guatemala, Perú y El Salvador. Alejandra Miller es una politóloga con más de una década de trabajo en la Ruta Pacífica de las Mujeres, lo que la llevó a sumergirse en la realidad de las víctimas del sur del país.
El periodismo también tiene sus representantes. Marta Ruiz es una reconocida editora de la revista Semana que por más de 15 años ha registrado el acontecer noticioso de la guerra y sus procesos de paz. Alfredo Molano Bravo, escritor de una veintena de libros sobre los orígenes del conflicto armado, es uno de los más reconocidos cronistas de la Colombia profunda. Por más de 20 años ha sido columnista de El Espectador , desde donde ha dado a conocer los rincones olvidados del país y sus gentes.
Carlos Guillermo Ospina, abogado y profesional en ciencias militares, fue postulado por su labor en defensa de la Asociación Colombiana de Militares Víctimas del Conflicto. Y Alejandro Valencia, un defensor de derechos humanos con una vasta experiencia en comisiones de la verdad, como las de Bolivia, México y Paraguay. Esta selección Colombia de la memoria histórica tendrá en sus manos el más sentido reclamo de quienes sufrieron el conflicto: rescatar la verdad. Una verdad que sea punto de encuentro, una garantía de no repetición, que conduzca a este país dividido por el sendero de la reconciliación.

La Política como obra de Arte 

Por Angela María Robledo

“Somos una reserva ética para la política, para la paz, para la economía de un país. Hay una continuidad de esa tarea que arranca en el espacio privado. O sea, no hay que empezar a decir que vamos a hacer política cuando vamos al Congreso. No, eso arranca en los espacios domésticos, donde te peleas tus lugares y construyes tu libertad día a día” Ángela María Robledo.
No puedo contar esta historia sin reconocer a las muchas mujeres que con su fuerza, su coraje, su testimonio de vida y su valor han nutrido estos años de mi tránsito por el Congreso de la República, un lugar patriarcal, anárquico, adusto si se quiere, pero también un escenario privilegiado en donde se puede hacer de la política una fascinante obra de arte.
Mi experiencia ha estado siempre guiada, compartida, codividida, nutrida y cuestionada por extraordinarias mujeres que en Colombia trabajan, siembran, tejen, paren y ayudan a parir paz en la cotidianidad. Mujeres que, como yo, son muchas en una: feministas, activistas sociales, madres, cuidadoras, empleadas domésticas, víctimas, mujeres cabeza de familia, jóvenes estudiantes, académicas, funcionarias públicas, activistas de derechos humanos, ciudadanas, lideresas comunitarias, desmovilizadas, rebeldes y políticas (…) Todas con la certeza de que el vuelo de una pequeña mariposa puede significar la diferencia.
Este espacio es corto para todas ellas, pero recuerdo hoy a Angélica Bello, una víctima de violencia sexual cuyo testimonio se sumó al de tantas otras que inspiraron la Ley 1719 de 2014, que busca garantizar el acceso a la justicia de las víctimas de violencia sexual, como es el caso de más de medio millón de mujeres en Colombia. Conocí a Angélica durante un debate de control político, su contundente testimonio de cómo su cuerpo y el de sus hijas había sido territorio de guerra para los paramilitares, para amilanar su fuerza y obligarla a desplazarse varias veces, me conmovió hasta las lágrimas.
Angélica no fue sólo la inspiración para la ley, sino que su testimonio y su vida nos dieron la fuerza para superar los múltiples obstáculos que atraviesan las leyes para las mujeres en el Congreso, pues a pesar de algunos logros, nuestras agendas siguen siendo marginales. Ella nos enseñó que se puede transitar del dolor a la dignidad y ayudar desde nuestra fuerza serena a cambiar el mundo. La voz de Angélica fue imprescindible para exigir atención psicosocial para superar tanto dolor y caminar hacia la reconciliación.
Hemos insistido con Liz Arévalo y Carolina Corcho en que el Estado debe superar las múltiples precariedades de la salud y la atención psicosocial para las víctimas del conflicto armado y desarrollar propuestas para que se haga énfasis en una atención en salud de calidad, realmente reparadora para ellas.
Las mujeres de este país, además de la guerra armada, han sufrido guerras simbólicas, exclusión e inequidad, pero de esos dolores se levantan para tejer colectivamente proyectos altruistas cargados de sentido, ese es el caso de María Roa. María botó literalmente su delantal de trabajadora doméstica y pasó a presidir la Unión de Trabajadoras Afrocolombianas del Servicio Doméstico. Con María y otras mujeres propusimos la Ley 1788 de 2016, que reconoce el pago de prima a unas 800 mil personas que prestan el servicio doméstico, de las cuales el 95 % son mujeres. Con ella y otras tantas, como Ana Isabel Arenas y Alejandra Trujillo, avanzamos en la mesa de economía del cuidado que hoy perfila un Sistema Nacional de Cuidado que reconozca el aporte que producen las mujeres desde sus hogares a la riqueza de nuestro país.
De la mano de mujeres como Ruth Chaparro, Vilma Gómez y Remedios Uriana denunciamos el exterminio de los niños wayuus y la situación que viven los indígenas en La Guajira. Distintos datos nos llevaron a concluir que cada día dos niños mueren de física hambre y que más del 70 % sufre desnutrición crónica, al punto que obligamos al Gobierno a instalar la Mesa de Seguimiento Permanente a esta problemática. Logramos poner a La Guajira en la agenda nacional.
Fue gracias al trabajo solidario y riguroso que hicimos con María Cristina Hurtado que logramos cerrar algunos centros de reclusión para muchachos en conflicto con la ley, que en su mayoría son jóvenes sin oportunidades de trabajo y educación. Logramos mostrar que el Sistema de Responsabilidad Penal para Adolescentes (SRPA) tenía enormes vacíos en su implementación y que muchos de estos “centros de rehabilitación” eran en realidad cárceles donde se violaban sus derechos.
Mariela Ávila, madre de familia del Colegio Metropolitano del Sur en Santander, y un grupo de mujeres denominado “Las Polas”, nos ayudaron a documentar y denunciar lo que en su momento se llamó “el carrusel de la alimentación” (corrupción en los programas para niños y ancianos) del ICBF, que le valió la renuncia a la directora Elvira Forero, en el año 2011.
Olga Amparo Sánchez, como tantas otras, ha sido nuestra aliada para denunciar las violaciones permanentes a los derechos humanos de las mujeres, la violencia sistemática, así como los feminicidios que aumentan día a día en medio de una impunidad que raya el 98 %. Con ella y otras mujeres nos aprestamos a conmemorar este 1° de diciembre 60 años del voto en búsqueda de paridad.
Difícil y lento. Las mujeres ocupan tan sólo el 15,6 de los cargos de elección popular, a pesar de la Ley de Cuotas. En la última legislatura, el número de mujeres congresistas aumentó siete puntos, pasando de 14,1 % a 21 %. Sin embargo, muchas de las 52 mujeres que llegaron al Congreso lo hicieron con dudosas agendas. En la reforma política que recién aprobó el Congreso, las mujeres quedamos otra vez excluidas. De paridad, alternancia y universalidad, ¡nada!
No claudicamos. Seguiremos trabajando juntas, transgrediendo y construyendo empoderamientos colectivos que nos permitan superar las diferencias, reencontrarnos y reconciliarnos para reivindicar el papel cotidiano de tejedoras de paz y soñar con nuestro valle encantado como María Zabala, a orillas del rio Sinú.

La cocina de la reconciliación 

Por Beatriz Valdés Correa

La cocina y la comida colombiana como una forma de reintegración: esa es la apuesta de la Escuela Manq’a de gastronomía.

En la cocina, con sus uniformes blancos, no se distinguen historias, no se identifican pasados ni dolores. Dentro de la cocina de la Escuela Manq’a, en Cali y en Bogotá, se aprende de la comida colombiana, se rescatan los ingredientes propios y, sobre todo, se da un paso a la reintegración: cocinan juntos excombatientes, víctimas y población civil.
El modelo de las escuelas Manq’a fue diseñado por Meelting Pot e ICCO Cooperación, una ONG holandesa que trabaja por los medios de vida sostenibles hace más de 50 años. Manq'a comenzó en Bolivia y luego en Colombia. La idea de la escuela es que los jóvenes de bajos recursos puedan formarse como cocineros, pero usando productos sanos, saludables y colombianos. También, en la misma línea de rescatar lo local, se aprenden recetas colombianas de distintas regiones del país.
Cada semestre ingresa un nuevo grupo de estudiantes de muchos lugares del país y todos llevan sus historias consigo. La escuela no las ignora, pues al inicio tienen entrevistas y ejercicios psicológicos. La interacción, por el contrario, surge primaria y espontánea, pero a medida que avanza el curso, surgen los pasados, las amistades y la reconciliación. ¿Cómo? A la Escuela Manq’a llegan, por medio de la Agencia para la Reincorporación y la Normalización (ARN), jóvenes que están en proceso de reinserción a la sociedad y aceptan la posibilidad de la cocina. Ahí se encuentran con otros que no combatieron, pero que llevan el conflicto en su historia.
Lina Narváez, 28 años
Lina es indígena del pueblo Nasa. Nació y creció en la vereda Pan de Azúcar, jurisdicción de Corinto (Cauca). Su tierra fue hostigada por las Farc durante años, de hecho, los recuerdos son dolor. Entre lágrimas parece ver morir algunos familiares, escuchar balaceras y esconderse.
Cuando era una adolescente, su familia se mudó para el casco urbano. Ahí tuvo sus dos hijos, Santiago y Juan Daniel, y se dio cuenta de que la vida ahí no le prometía lo que ella quería.
No quería cultivar, raspar o transportar coca, no quería participar de la guerra, quería estudiar. Y en eso, decidió irse a vivir a Florencia (Valle del Cauca).
Llegó sin trabajo, con sus dos hijos y dispuesta a no vararse. Encontró la Escuela Manq’a por casualidad, por recomendación de un amigo. Dice que se emocionó con la idea de cocinar con los sabores de su tierra y poder hacer algo distinto. Lo hizo, terminó los seis meses en la Escuela y continuó con la etapa productiva en un restaurante.
Ahora piensa en lo bello de la tierra, en la finca y en que esa tierra produce comida, mas no es esponja de sangre. Se siente orgullosa de nunca haber trabajado con droga y, aun así, de no alejarse de su pueblo. Pero Lina no solo aprendió a cocinar, también hizo grandes amigos y descubrió seres humanos donde antes pensaba que había maldad.
En un primer momento no sabía que algunos de sus compañeros estaban en proceso de reintegración, pero a medida de que los conocía se encontró con sus pasados. Dos compañeros eran excombatientes, uno de las Farc y otro de las Auc.
“Salí del pueblo diciendo que no quería volver a ver a esa gente, que todos los guerrilleros eran malos”, dice. Luego recuerdo darse cuenta de que debajo del uniforme existían seres humanos que tenían familia y que no eran “los malos”. Logró conversar sobre sus vivencias en la guerra y entender que sufrieron, pero que lo dejaron todo atrás.
Ahora está en proceso de comerciar mermeladas para generar ingresos. Su proyecto es asociarse con otras mujeres y usar las frutas y demás alimentos que provee su tierra.
Al otro lado, también del campo, también cercanos a la tierra, están los excombatientes. Justino y Harol, al igual que Lina, terminaron sus estudios en la Escuela Manq’a y ahora proyectan su vida hacia la comida saludable y propia.
Harol Yasno Andapiñá, 32 años.
 “Mi sueño no era ser guerrillero, era ser un gran militar. Pero fui soldado de otro lado y no me arrepiento.
A los 13 o 14 años me incorporé a las Farc. Fui con ellos y pasé bastante tiempo allá. De mi vereda, La Mata, Neiva, nos fuimos siete muchachos, ahora mismo solo seguimos dos vivos. La idea de irme fue por portar un uniforme y un arma, realmente no estaba consciente de lo que hacía. Con el tiempo tuve idea de qué estaba haciendo.
Me desmovilicé por una decisión rápida.
Ahora miro un futuro con mi casa, que es lo que más he soñado y por lo que he trabajado. Mi compañera conoce mi proceso, sabe quién fui y se lo conté desde el principio. Ella lo aceptó y me dijo que el pasado era pasado. Ahora, con ella, quisiera tener una familia y miro mi futuro pensando en tener mi propio negocio de comida”.
Harol llegó a la escuela por ofrecimiento de la ARN. Nunca le había interesado la cocina, pero no le dio miedo. En cambio, sí lo asustó ser rechazado o discriminado por su pasado, cosa que no sucedió. Ahora sigue el camino de volver a la vida civil, a veces, aún prevenido al relacionarse con la gente.
Justino Rojas Cifuentes, 38 años
“Hice parte del segundo grupo de la Escuela Manq’a y la experiencia fue muy importante.
Soy de Cundinamarca. Pertenecí al grupo de las Farc. Me fui a los 17 años. Lo hice porque uno en su juventud no tiene la madurez suficiente y cuando necesita un consejo, no tiene una persona que le diga cuáles son los pasos buenos y los malos.
Mi sueño siempre fue haber sido ingeniero industrial. Pero uno siempre se encuentra con tropiezos, todo tiene su espiral, la vida sube y baja. Ahora, con todo lo que viví, creo que aprendí muchas cosas.
Duré 17 años dentro de las filas, pertenecí a varios frentes y compañías móviles. Ingresé al frente 42, luego estuve en compañías diferentes y luego al frente 53, que fue del cual me desmovilicé.
Fue complejo. Uno siempre piensa en la suerte después de eso. Tomé la decisión de desmovilizarme pensando en mi familia. Yo duré esos 17 años y nunca supe nada de mi papá ni de mi mamá. Yo, la verdad, siempre me hacía la idea de que alguno de los dos iba a hacer falta. Y la sorpresa más grande y más hermosa que me llevé fue encontrarlos a ambos vivos.
Ingresé a la escuela por medio de la ACR. Yo no nunca había tenido interés o una pasión por la cocina, pero cuando uno llega a la escuela y empieza a darse cuenta de todo lo que uno puede hacer a través de la cocina, dice “Uf, esto es otra cosa”.
Cuando llegué a la escuela me encontré con toda clase de personas. Algunas que no tienen nada que ver con el conflicto, así como compañeros que pertenecieron al grupo armado. La interacción con las personas que no pertenecieron fue muy bacana porque nunca nos rechazaron, nunca sentimos que nos miraron mal.
Ahora siento que pienso en cosas diferentes, hay muchos sabores que conozco, y cualquier platico que yo me prepare, me parece delicioso. Quiero montar un lugar de comidas rápidas, pero modificadas, que incluyan ingredientes que le den otro sabor.
Yo pienso que la cuestión de las guerras en el mundo siempre ha sido por la comida y la tierra. Ahora, ¿por qué no balancearnos? Sería bueno darnos la oportunidad de compartir, tanto nosotros como desmovilizados, como el resto de la gente. Si el problema es por un plato, entonces que esa misma sea la solución. Por qué no sentarnos dentro de la cocina y decir: comamos, dialoguemos y solucionemos los problemas”.

Nota tomada de El Espectador, link de la noticia https://colombia2020.elespectador.com/pais/la-cocina-de-la-reconciliacion

DESIGUALDAD: Amenaza social, económica y política 


Por Equipo Humanum 




Entre África y América Latina nos disputamos año a año el primer lugar en el deshonroso podio de la desigualdad.  Los primeros cinco países en el ranking de la desigualdad son africanos, seguidos por cinco latinoamericanos, según el último reporte del Banco Mundial, actualizado en diciembre.
Esto no significa que esta región del continente americano es la más pobre. Sin embargo, compite con la africana en cuanto al desequilibrio en la distribución de los ingresos de sus habitantes y el acceso a servicios básicos. De acuerdo con un Informe del Banco Mundial, entre las 14 naciones más desiguales a nivel global figuran Honduras (6), Colombia (7), Brasil (8), Guatemala (9), Panamá (10) y Chile (14). Pero Colombia, es el segundo país más desigual, luego de Honduras en América Latina, a pesar de que, en términos del Producto Interno Bruto (PIB), los colombianos están 74 puestos por encima de los hondureños.
Con el fin de establecer la diferencia entre Pobreza y Desigualdad, y entender los principales focos de esta última, Humanum Colombia construyó un video con los datos más relevantes

Holanda la premia por defensa a los derechos humanos 


Graciela Pérez Rodríguez, premio “Human Rights Tulip”


Graciela Pérez, es originaria de Tamuín, San Luis de Potosí y fue reconocida por este país, por su incansable lucha por los desaparecidos, es una madre que no ha parado de buscar a su hija. 


Link para ampliar la noticia

Los derechos humanos son tema de interés de todas las religiones



Diez organizaciones de América Latina ya son parte de la Coalición Religiones, Creencias y Espiritualidades en Diálogo con la Sociedad Civil, una iniciativa del Grupo de estudios multidisciplinarios sobre religión e incidencia pública (Gemrip) y la Red Latinoamérica y del Caribe para la Democracia (Redlad), que está convocando a entidades de todo el continente para alzar la voz sobre temáticas vinculadas a la incidencia pública y derechos humanos desde perspectivas religiosas.
El objetivo de la Coalición es visibilizar prácticas y perspectivas del campo religioso que “den cuenta de un compromiso la construcción de espacios democráticos y plurales”, según dice el anuncio oficial de la Coalición. “El enfoque va a ser interreligioso, aunque en este momento la mayoría de las organizaciones de la Coalición son de corte cristiana”, aclara, por su parte, Nicolás Panotto, director de Gemrip.
Esta coalición se convoca para participar, entre otros eventos, en la próxima Cumbre de las Américas celebrada por la Organización de Estados Americanos (OEA) que se llevará a cabo en abril del 2018 en Lima, Perú, y cuyo tema central será 'Gobernabilidad democrática frente a la corrupción'.
Como había explicado el Secretario General de la OEA, Luis Almagro, cuando se anunció la Cumbre en junio de este año, el propósito de esta cumbre es “guiar a nuestra región por el camino de consolidar, en la realidad diaria, los valores y principios que la unen en términos de democracia y derechos humanos”.
“De hecho, a futuro, queremos desde la Coalición abrir instancias nacionales como foros y en el marco de las agendas de la OEA que establece después de cada Cumbre”, explica Panotto al respecto.
Entre los temas centrales que se discutiría en la coalición estarán, según el director de la Gemrip, las políticas de igualdad de género (desde matrimonio igualitario hasta políticas de igualdad respecto a las mujeres y legalización y práctica segura del aborto) cómo contrarrestar el fundamentalismo religioso que apoyan prácticas de discriminación y racismo en nombre de lo religioso, la equidad, la búsqueda de justicia social y cómo contrarrestar el empobrecimiento económico de la región.

Para más información y saber cómo puede participar su organización, puede enviar un correo a director@gemrip.org.



LA VIOLENCIA SEXUAL EN MEDIO DE LA GUERRA: Cómo el conflicto colombiano ha invisibilizado este delito


¿Por qué si los índices de violencia sexual contra las mujeres en el contexto del conflicto, entre los años 2000 y 2010, es cinco veces más alto que los de la desaparición forzada, cincuenta veces más alto que los de las víctimas de minas antipersona entre los años 1990 y 2012, diez veces más alto que las cifras sobre el secuestro en los últimos diez años, es, no obstante, el crimen menos visible, el menos discutido, el menos aceptado por los actores armados? Humanum presenta un estudio con una muestra de mujeres que revela cosas muy interesantes sobre este flagelo.


Investigación adelantada por la Fundación Círculo de Estudios Culturales y Políticos, abrir el siguiente enlace para su lectura completa http://www.humanumcolombia.org/la-violencia-sexual-en-medio-de-la-guerra-como-el-conflicto-colombiano-ha-invisibilizado-este-delito/

¿Populismo virtuoso?


Por Juan Tokatlian 

En los últimos tiempos han surgido varias voces que resaltan las virtudes del populismo. En Latinoamérica, intelectuales, académicos, comunicadores y observadores han procurado identificar sus aportes históricos y actuales, al tiempo que han intentado responder a los cuestionamientos que, desde diversas perspectivas conceptuales y políticas, se han hecho sobre este tema. Admitiendo la polisemia que caracteriza al hecho populista, las miradas que enfatizan algunas de sus bondades contribuyen a otorgarle más densidad al debate contemporáneo. Los enfoques más críticos de este fenómeno se han centrado especialmente en el marco de lo que han denominado la izquierda "buena" (correcta) y la "mala" (incorrecta); los que cuestionan ese punto de vista subrayan la necesidad de ampliar y sofisticar el análisis respecto al populismo. Buena parte de los que recuperan y remarcan ciertas cualidades del populismo provienen del progresismo.
Sin embargo, no todas las aproximaciones benignas sobre el populismo proceden de las corrientes más próximas a la izquierda, sea ésta nacionalista o internacionalista. Llamativamente, ha pasado desapercibido el hecho de que en algunos círculos del sector de inteligencia en Estados Unidos se insinúa una comprensión matizada del régimen populista. Es verdad que en una recordada audiencia de marzo de 2004 ante el Congreso estadounidense, el General James T. Hill, entonces al frente del Comando Sur, señaló que el "populismo radical" se estaba convirtiendo en una amenaza de seguridad para su país. Esta idea fue ambigua y ocasionalmente retomada por el Departamento de Estado durante la gestión de Condoleezza Rice sin constituir una piedra angular definitiva de la política exterior de Washington.
Sin embargo, el National Intelligence Council (NIC) un centro de análisis estratégico para la comunidad de seguridad estadounidense, creado en 1979, ha defendido en informes recientes una visión menos negativa y más condescendiente del populismo. En efecto, en su muy difundido informe de noviembre de 2008 -Global Trends 2025: A Transformed World- el NIC indica, sin lenguaje agresivo o tono alarmante, que en América Latina se están produciendo reacomodos étnicos y que los grupos indígenas movilizados en la región andina y Centroamérica, están "empujando a los gobiernos hacia el populismo".
En su documento previo de diciembre de 2004 -Mapping the Global Futureel - el NIC sostenía que en algunos países latinoamericanos "el fracaso de la élites en adaptarse" a las transformaciones del mercado y en la democracia podrían conducir a un "renacer del populismo". No obstante, "tal como la religión, el populismo no será necesariamente hostil al desarrollo político y puede servir para expandir la participación en el proceso político". En breve, el populismo podría ser un modo de acción e inclusión en momentos de fuertes cambios sociales, económicos, políticos e internacionales.
Esta visión menos condenatoria del populismo es interesante y necesita comprenderse mejor. Quizás una explicación plausible provenga de la evaluación histórica del papel de la cuestión populista en la política externa de Washington. Si durante la Guerra Fría contra la Unión Soviética y el comunismo, el leitmotiv de la estrategia global de Estados Unidos, que contó con un fuerte respaldo interno, fue: "mejor muerto que rojo" ("better dead tan red") el principio tácito que orientó su política hacia Latinoamérica fue: "mejor populista que comunista". Con sus avatares y contradicciones, los populismos lograban, al menos al inicio de sus experiencias políticas, frenar el comunismo, arrebatarles bases de apoyo a los partidos comunistas locales y propiciar reformas necesarias que contenían los reclamos revolucionarios. Con el tiempo también fue evidente que los liderazgos populistas no le ofrecían plenas certezas a Estados Unidos y que, en algunos casos, impulsaban cambios que afectaban ciertos intereses económicos o políticos claves para Washington. El reconocimiento y la convivencia con el populismo resultaba más difícil: gradualmente se impulsaba su sustitución por vías golpistas y a través de proyectos reaccionarios.
Con el correr de los años, las opciones de Estados Unidos ante el populismo se fueron reduciendo: no sólo le ha resultado complicado ubicar al "populista amigo", sino que los instrumentos coercitivos del pasado -golpe de Estado, cercamiento diplomático, conflicto de baja intensidad, entre otros- también resultan menos disponibles por diversos motivos externos e internos. Hoy es notoria en el Continente la falta de legitimación para acciones de fuerza contra gobiernos electos, cualquiera sea su signo ideológico.
En conclusión, una paradoja y un interrogante. Respecto a lo primero, no sólo algunos especialistas y analistas identificados con algunas de las variantes del progresismo justifican o no desaprueban el neopopulismo que se extiende en la región: ciertos ámbitos oficiales en Estados Unidos lo entienden y no lo condenan. En cuanto a lo segundo, no está claro cómo reaccionarán las sociedades latinoamericanas ante la nueva ola populista que, como la anterior, no alcanza a superar los problemas centrales (sociales, políticos, culturales, económicos e institucionales) de los países ni cómo procederá la administración de Barack Obama ante un populismo que intenta, por medios democráticos, perpetuarse en diferentes naciones.
En todo caso, el fenómeno populista demanda un análisis ponderado, tanto en términos conceptuales como políticos. Se trata de entender si es una forma de hacer política capaz de alentar la profundización de la democracia en el ámbito interno y la afirmación de la autonomía en el ámbito internacional.

VIOLENCIA SEXUAL: escenario de Posconflicto

Por Equipo Humanum



El fin del conflicto armado y la transición a la implementación del Acuerdo de Paz es un momento en que el riesgo de sufrir un acto de violencia sexual, especialmente para personas en situación de vulnerabilidad (mujeres, minorías étnicas, personas en condición de discapacidad, personas en situación de pobreza extrema, niños/niñas y adolescentes), militares, excombatientes y población civil es alto, por lo que resulta urgente que sea incluido como un asunto prioritario en estrategias de recuperación temprana, así como en procesos de DDR.
Por ello, a propósito de la conmemoración del Día de la Mujer el pasado 8 de Marzo, y del avance en la implementación de los acuerdos de paz con las FARC, Humanum trae las principales cifras y puntos a analizar en relación a la violencia sexual en este nuevo escenario para Colombia, como parte de un proceso pedagógico con los distintos miembros de la sociedad que lleve al conocimiento, denuncia y prevención de estos crímenes.


Reconociendo a los LGBTI para construir la paz


Por Andrés Cardona



La construcción de paz implica, como primera medida, el reconocimiento de todos los colombianos como ciudadanos de primera categoría, con igualdad de derechos y deberes sin importar sus preferencias sexuales o su orientación de género.
En esta ocasión, Andrés Cardona del Proyecto VIH del Fondo Mundial-FONADE, le cuenta a los jóvenes de Humanum cuáles son los principales retos que debe asumir la ciudadanía para conseguir una sociedad equitativa para todos los géneros.


Antecedentes de los Derechos Humanos




La Democracia, la Paz y la Reconciliación en el contexto colombiano



martes, 7 de noviembre de 2017

Las FARC, el nuevo partido y la verdad


Rodrigo Londoño, presidente del partido de las FARC.

Ricardo Garcia
La dejación de las armas y la participación en la política electoral suponen retos para la antigua guerrilla, que además de cambiar su discurso y sus formas de acción, tendría que afianzar su compromiso con la verdad y la reparación de las víctimas.

Ricardo García Duarte*

La guerrilla como partido

Tal vez fue García Márquez quien hace algunos años dijo que la guerrilla era una oposición armada. Con esta afirmación destacaba la razón política de los movimientos armados, su condición de proyecto de gobierno y su naturaleza de partido.
Seguramente las FARC podrían encajar en la definición anterior. Sin embargo esta guerrilla añadía otras “razones” para explicar su existencia. Por un lado, desde un principio buscó una afirmación ideológica en cuanto que organización comunista. Por otro lado adoptó siempre una identidad social, anclada en las reivindicaciones campesinas. Y en todo caso – o a pesar de su carácter político- este grupo nunca dejó de ser principalmente un aparato de violencia.
La ideología y la pasión social condujeron a la guerrilla a la ilusión revolucionaria, a las estrategias condicionadas por la ambición “histórica” de poder y a un sentido de largo plazo que la atrapaba sin salida. Por su parte, el ejercicio de la violencia redundó en una tendencia totalitaria y a la justificación del crimen – ahogando de paso la dimensión política de la organización-.

La política y la negociación

No obstante lo anterior, durante los últimos cinco años la negociación con el Gobierno abrió para las FARC las posibilidades de la política, que había permanecido asfixiada por las características de la guerra de guerrillas. Esta reactivación de la política significa la búsqueda de concesiones y no siempre de la revolución, de la representación y no de la fuerza militar, de la seducción y no del miedo y el terror.
Con el Acuerdo de Paz se inició la metamorfosis del aparato armado en un partido político, lo cual implica pasar del enfrentamiento bélico a la política, en cuanto orden que existe precisamente para evitar las guerras internas.
Los últimos cinco años la negociación con el Gobierno abrió para las FARC las posibilidades de la política.
Este gesto de un tránsito del ejercicio de la violencia a un disenso político en el marco de la legalidad tiene entre sus antecedentes la última conferencia de las FARC, celebrada en los Llanos del Yarí, donde los militantes aprobaron el Acuerdo de Paz y, naturalmente, la idea de la acción legal, donde la palabra sustituye a las armas, según la frase acuñada por Timochenko.
La concentración de los guerrilleros en las zonas veredales y el posterior abandono de las armas vigilado por Naciones Unidas confirmaron el fin de la guerrilla. En un segundo momento, la creación del partido, con vistas a la posesión de una identidad colectiva y a la vez para conquistar el poder, fue el libreto previsto que cumplieron a continuación los excombatientes y que coronaron en el Centro de Convenciones Gonzalo Jiménez de Quesada.

Las regresiones ideológicas

Entre la conferencia guerrillera y el congreso fundacional del partido de las FARC se despertaron los demonios ideológicos que avasallan la acción política.
En sus “tesis preparatorias”, suerte de “manifiesto” con pretensiones históricas, los teóricos del nuevo proyecto hablaron de la crisis final del capitalismo o de algo parecido, esto es, de la “crisis civilizatoria”, enarbolaron el “marxismo-leninismo” como su bandera y, para completar, trazaron como horizonte la implantación de un sistema que se pareciera a una mezcla esotérica entre socialismo y comunismo.
Todo ello fue dicho sin pestañear, sin fruncir el ceño, en una regresión sin escalas hasta 1848, lo que significaba un asalto a mano armada contra la historia, una “retoma” del castillo de las ilusiones perdidas, un programa doctrinario que sin duda condenaría a la vieja guerrilla campesina a convertirse en una secta de los setenta transpuesta al siglo XXI.
Con todo, en el posterior Informe Central, dirigido al Congreso de Fundación, desaparecieron por encanto esas añagazas ideológicas. Y partir de este Congreso la línea ideológica del nuevo partido e inclinó afortunadamente por el horizonte de las reformas sociales en un país de enormes desigualdades, algo en verdad razonable, que le proporcionaría al partido de las FARC una perspectiva extendida más allá del Acuerdo de Paz, cuya defensa e implementación constituirían por supuesto el norte para la coyuntura electoral del 2018.
Bandera del partido político de las FARC.
Bandera del partido político de las FARC.
Foto:  Conexión Capital

Las tendencias internas

Pero a renglón seguido las vacilaciones entre la ideología y la política se vieron  reemplazadas por una fisura interna, algo insólito en las FARC. Esta fractura se produjo  entre un sector radical, encabezado a todas luces por Iván Márquez, paradójicamente el jefe negociador, que recalca el carácter revolucionario del partido, y una tendencia moderada que representada Timochenko, la cual pone el acento sobre la defensa de la paz y las reformas sociales que se requieren para consolidarla.
La reconciliación, permitirá una especie de sanación colectiva y laica, que puede restituir eficazmente la posibilidad de ser partido político sin el tormento de las deudas sociales no canceladas.
Esta división entre radicales y moderados, entre revolucionarios y pragmáticos, al final fue conjurada por un gesto de unidad: darle la dirección general del partido a Timochenko, antiguo jefe del Secretariado, a pesar de que en el congreso obtuvo apenas la quinta votación entre los cuadros directivos, ahora elegidos por los delegados de la organización en medio de la legalidad.
A Timochenko y a la nueva dirección, fracturada entre izquierdistas y moderados, les corresponde encarar un primer reto, quizás el más urgente, cuyo manejo no depende solo de las FARC, sino del Gobierno y de su eficacia en los programas de reincorporación de los milicianos a la sociedad civil.
Se trata de la posible deserción de mandos medios o de altos dirigentes para engrosar las filas de las disidencias, un caso que de repetirse erosionaría sin remedio el Acuerdo y de paso debilitaría al Gobierno y al nuevo partido.
Así mismo la nueva dirección tendrá la tarea inmediata de confeccionar la lista de los candidatos con los que la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (el nuevo significado de FARC) logre llenar los cupos a los que tiene derecho -cinco senadores y cinco representantes-, con el fin de conformar una bancada, a la vez diversa y de calidad, para ejercer una representación capaz de articular el trabajo legislativo con las propuestas de gobierno.

La verdad que legitima

Por último, la prueba de fuego para este nuevo proyecto político no puede ser sino el sometimiento de los excombatientes a los tribunales de la Justicia Especial de Paz.
Los procesos judiciales que pasen por este tamiz tendrán como núcleo la verdad, admitida y reconocida por los sindicados, que servirá para la obtención de beneficios pero también para el resarcimiento de las víctimas. Esta verdad constituye ante todo un ejercicio de la conciencia, una experiencia de carácter moral, que, al pasar por el aro de una justicia más o menos simbólica, se legitima como un acto político de reconciliación.
Es en el ámbito de la reconciliación, a partir de una verdad que da lugar al ritual de la expiación, el arrepentimiento y el perdón, donde puede gestarse y consolidarse la reinserción a la vida civil de los antiguos combatientes. Esta legitimación es primero moral y luego política; un evento que permitirá una especie de sanación colectiva y laica, que puede restituir eficazmente la posibilidad de ser partido político sin el tormento de las deudas sociales no canceladas.
* Cofundador de Razón Pública

La Corte Interamericana de Derechos Humanos invita al evento denominado "40 años de Corte IDH y su impacto en Colombia" a reali...